Un breve estudio del cuadrilátero wesleyano con énfasis en la experiencia

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cuadrilátero wesleyano

Un breve estudio del cuadrilátero wesleyano con énfasis en la experiencia

Category : Teología

1. Introducción

Con respecto al origen de lo que hoy conocemos como el Cuadrilátero Wesleyano, debemos remontarnos a la Gran Bretaña del año 1595, en un tiempo en el que existían grandes tensiones eclesiales-monárquicas. La respuesta se convirtió en el modelo tradicional en la iglesia de Inglaterra y está estructurada en tres puntos: 1) La Escritura como la mayor fuente de verdad y la prueba básica de la veracidad cristiana. 2) La tradición como una visión de la vida y el pensamiento de los cristianos de los primeros siglos. 3) La razón como el medio por el cual la Escritura y la tradición pueden ser escudriñadas y entendidas por la meditación personal. A estos tres pilares, Wesley consideró necesario añadir uno más: la experiencia como vivencia personal respaldada por el testimonio del Espíritu de ser hijos de Dios (Romanos 8:16) y de que nadie puede llamar a Jesús Señor sino por el Espíritu Santo, (1Corintios 12:3). El término «cuadrilátero» no aparece en los escritos de Wesley. Es un término que Albert C. Outler eligió para describir el método teológico de Wesley. Algunos han sugerido que en la forma de un cuadrilátero no se aprecia la supremacía de las escrituras por encima de los demás elementos. No creo que haya ningún problema con el cuadrilátero, siempre que se tenga en cuenta la relación que existe entre sus elementos. Al leer la obra de Wesley, se puede apreciar que la escritura tiene un carácter relevante, por encima de todo lo demás. La razón, la tradición y la experiencia deben confirmar la veracidad de la escritura. No son elementos rígidos, estáticos, ni aislados uno del otro, sino que se mantienen en una relación dinámica unos con otros. Esta relación está dada por la acción del Espíritu Santo, que viene a ser las aristas que los une en el cuadrilátero.

  1. La escritura

Juan Wesley apeló principalmente a las Sagradas Escrituras para toda autoridad doctrinal. Creía que «la palabra escrita de Dios es la única y suficiente regla tanto de la fe como de la práctica cristiana».[1] Tanto la Reforma como la herencia anglicana enseñaban la sola Scriptura, que sin duda influyó en el amor de Wesley por la Biblia. Su pasión por las Escrituras se puede describir mejor con sus propias palabras: “¡Dame ese libro! ¡A cualquier precio, dame el libro de Dios! Lo tengo: Aquí hay suficiente conocimiento para mí. Déjame ser homo unius libri «.[2] Wesley no quiso decir que otros libros no tenían ningún valor para la vida cristiana, porque era un ávido lector que a menudo leía a caballo e incluso compilaba una biblioteca cristiana para que la leyera su gente. Wesley creía firmemente que el Espíritu Santo inspiró todas las Escrituras. Dio un paso más allá al decir: “El Espíritu de Dios no solo inspiró una vez a quienes lo escribieron, sino que continuamente inspira, asiste sobrenaturalmente, a quienes lo leen con una oración ferviente”[3]. Esta es una doble inspiración, en la cual el Espíritu Santo inspiró a los antiguos escritores de las Escrituras e inspira al lector contemporáneo para que pueda comprender la palabra de Dios. Hoy en día existe la necesidad de la presencia continua del Espíritu Santo en nuestra teología y método teológico. Sin la ayuda del Espíritu Santo, nuestra hermenéutica será en vano.

  1. Razón

Wesley pasó una cantidad considerable de tiempo tratando de explicar la relación entre la razón y la religión. A la pregunta “¿Qué puede hacer la razón en la religión?” Wesley respondió: “Puede hacer mucho, tanto en lo que respecta a la fundación como a la superestructura”. Wesley ofreció tres beneficios de la razón: Reflexiones físicas, religiosas y morales. Al considerar lo que la razón no puede hacer, Wesley nuevamente ofrece tres ideas: “Primero, la razón no puede producir fe. En segundo lugar, la razón por sí sola no puede producir esperanza en ningún hijo del hombre: me refiero a la esperanza bíblica. En tercer lugar, la razón, aunque sea cultivada y mejorada, no puede producir el amor de Dios ”.[4]Solamente cuando el Espíritu Santo está presente y trabaja activamente en el cristiano, el razonamiento deductivo puede llevarle a la revelación de Dios. Wesley pregunta: «¿No es la razón (asistida por el Espíritu Santo) lo que nos permite entender lo que las Santas Escrituras declaran con respecto al ser y los atributos de Dios?» Y luego dice: es por esto que entendemos (su Espíritu abre e ilumina los ojos de nuestro entendimiento). ”[5]Wesley declara explícitamente que el Espíritu Santo debe ayudar a nuestro razonamiento si queremos entender las cosas de Dios.

  1. Experiencia

La restauración de la experiencia religiosa a la fe cristiana es quizás la contribución teológica más significativa de Juan Wesley. Una vez que se recuperó, pronto se convirtió en una de las marcas distintivas del metodismo. Dijo acerca de la experiencia, que «se ha recuperado una gran verdad evangélica, que durante muchos años estuvo casi perdida y olvidada».[6] La experiencia fue una joya que Wesley colocó de nuevo en la corona del cristianismo.

Treinta años después de su experiencia en la calle Aldersgate, publica en uno de sus sermones titulado El testimonio del Espíritu: “La experiencia es suficiente para confirmar una doctrina que se basa en las Escrituras” [7] Él creía que las verdades bíblicas se debían aplicar en la vida, y no simplemente meditar en ellas o creerlas. De esta forma, la prueba mejor y más factible de nuestra teología es la manera en que se experimenta en la vida una interpretación dada de la Escritura.[8]

4.1 La experiencia y el equilibrio entre ortodoxia, ortopraxis y ortopatía.

Para su mejor comprensión se explicará lo que, según Runyon, ha sido llamado “la cuerda de tres hilos”,[9] como la teología de la fe que presenta un equilibrio entre tres elementos esenciales: la creencia correcta (doctrina), la práctica o conducta correcta (disciplina devocional) y la pasión correcta (celo por Dios), también conocidos como ortodoxia, ortopraxis y ortopatía[10].

En el discipulado como un nexo entre ortodoxia, ortopraxis y ortopatía, sin favorecer a uno más que a los otros, se encuentra una apreciación de Dios. Si el principal interés de una iglesia está en la ortodoxia, se producen muchos “fariseos arrogantes” quienes adoran su propia doctrina y sus formulaciones teológicas por encima de un auténtico encuentro con el Cristo revelado en las Escrituras. Si la iglesia adopta un compromiso con la ortopraxis solamente, sus miembros se convertirán en activistas incansables (y cansados), confiando solo en sus propios esfuerzos para agradar a Dios. El evangelio social se convierte entonces en activismo social. Por otra parte, si la iglesia adopta la ortopatía, excluyendo los otros dos elementos, sus miembros terminarán siendo unos emocioinalistas superficiales, centrados en su satisfacción personal, sin tener en cuenta una sana doctrina y en la práctica causan muchos daños a la iglesia.

Por tanto, para no caer en el intelectualismo, el legalismo o el emocionalismo, sería útil promover un discipulado balanceado, donde las personas encuentran el camino a Jesús y le siguen, de acuerdo a la enseñanza evidente en las escrituras, donde se instruye a los cristianos a amar a Dios con todo su corazón, su mente y sus fuerzas.[11]

Wesley critica en varias ocasiones lo que él denomina la “ortodoxia muerta”[12]. En uno de sus sermones comenta:

Se puede ser ortodoxo en cada punto, se puede apoyar no solo las opiniones correctas sino también defenderlas celosamente de sus opositores; se puede tener creencias correctas acerca de la encarnación de nuestro Señor, acerca de la bendita Trinidad, y acerca de cada doctrina contenida en los oráculos de Dios … y aun así se puede no tener más religión que la de una persona judía, turca o pagana.[13]

Toda experiencia en la vida cristiana necesita ser equilibrada con la doctrina correcta, la práctica correcta y la pasión correcta. La búsqueda de la experiencia personal constituye entonces todo un sistema en el que se conjugan estos elementos para desarrollar un fundamento sólido, que Wesley insiste en llamar “religión del corazón”, o sea, “la fe que obra en el amor, produciendo una santidad tanto interior como exterior”, o santidad de corazón y vida[14] poniendo énfasis en la acción renovadora del Espíritu Santo.

Jesús explica en Mt 5:14-16 que somos la luz del mundo. Esa luz no es para que esté escondida, sino que sólo cumple su propósito cuando es proyectada y beneficia a otros. Así es la experiencia cristiana, no es para ser experimentada por un momento y sentirse bien, sino para llevar frutos que beneficien a la iglesia y que esta a su vez, sea proyectada en el mundo para la salvación de las almas.

4.2 El testimonio del Espíritu

Wesley ponía especial atención al testimonio del Espíritu como parte inherente de la experiencia cristiana. Afirma que todo cristiano debe experimentar un nuevo nacimiento como un cambio que precede al testimonio de que somos hijos de Dios, “como un cambio grande y poderoso, un cambio de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios; como pasar de muerte a vida.”[15] “El resultado inmediato de este testimonio son los frutos del Espíritu, es decir: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe (Gálatas 5:22).”[16] Este es el testimonio que conduce a la persona a crecer en integridad, así como en el grado de relación con Dios y sus semejantes. Los que tienen estas señales, dice Wesley, saben que son hijos de Dios y actúan en consecuencia directa a la relación intrínseca y vívida con el Espíritu Santo.

4.3 El “entusiasmo” y la obra del Espíritu Santo en el avivamiento metodista.

Por su énfasis en la experiencia vivencial del cristianismo, el movimiento metodista ganó muchos seguidores, pero también algunos detractores. Una de las acusaciones más comunes que estos últimos lanzaban al movimiento, y en especial a su líder, era la de “entusiastas”.[17] Algunas de estas críticas iban dirigidas hacia las expresiones de emoción que tenían lugar con frecuencia en los servicios en que Wesley predicaba: las personas gritaban, se estremecían, lloraban, caían por tierra, entre otras manifestaciones. Wesley hablaba de los milagros de conversión, pero también milagros de sanidad física o de protección frente a algún peligro. Además, insistía en que el movimiento metodista era una “gran obra” que Dios estaba realizando en su tiempo. Para las autoridades eclesiales, el único modo en que alguien podía atreverse a decir que se trataba de una obra de Dios, era ser “entusiasta”, dejándose llevar por su propia opinión.[18]

El énfasis en su enseñanza recae sobre la obra del Espíritu que produce frutos tanto internos como externos en los cristianos. Como respuesta a una de las acusaciones de entusiasmo, Wesley expresa:

Toda persona, para poder creer para salvación, tiene que recibir el Espíritu Santo. Esto es esencialmente necesario para todo cristiano. No tanto para ser objeto de sus milagros, como para recibir los frutos ordinarios del Espíritu: la fe, la paz, el gozo y el amor.[19] …Y en cuanto a su última averiguación, sobre «¿cuál es la mejor prueba que tenemos de ser guiados por el Espíritu Santo?» No tengo nada que objetar a la respuesta correcta y bíblica que usted da: «un cambio completo y una renovación de mente y corazón, y el llevar una vida nueva y santa».[20]

4.3.1 El verdadero entusiasmo

En su sermón La naturaleza del entusiasmo,[21] no se detiene a hablar de los entusiastas que practican la religión del corazón, inspirados por el Espíritu Santo, sino a devolver la acusación a quienes practican un entusiasmo negativo, en el sentido de locura o demencia, suponiendo equivocadamente que actúan bajo inspiración divina. Al pasar la prueba de la experiencia, resulta evidente que no es una verdadera experiencia con el Espíritu Santo.

Un segundo grupo de entusiastas lo forman las personas que imaginan haber recibido determinados dones de Dios, cuando en realidad esto nunca ocurrió. Es así que algunos imaginaron poseer el don de realizar milagros… Otros se han dedicado a profetizar, a anticipar lo que ha de suceder, y todo esto con mayor certeza y precisión. Pero, por lo general, un breve tiempo basta para disuadir a estos entusiastas. Cuando los hechos desmienten sus predicciones, la experiencia les demuestra lo que la razón no pudo, y los vuelve a su sano juicio… A este mismo grupo pertenecen quienes imaginan que cuando oran o predican lo hacen bajo la influencia del Espíritu de Dios, cuando en realidad no es así… Si bien es cierto que existe una influencia real del Espíritu de Dios, también existe una imaginaria, y son muchos los que confunden una por otra. Muchas personas creen estar bajo esa influencia cuando en verdad no lo están, cuando están muy lejos de ello.[22]

Wesley advierte que estos tipos de entusiasmo se encontraban a la orden del día en las iglesias de Inglaterra y que los considera como un fenómeno anti-bíblico, irracional, puramente sentimental, que produce graves resultados, y le llama “monstruo de varias cabezas”.[23] Por eso afirma que “la religión es el espíritu de una mente lúcida.”[24]

La experiencia cristiana en la obra de Wesley puede resumirse en un fragmento del sermón 4: “Cristianismo bíblico”:

Fue, por lo tanto, para un fin más excelente que todos fueron llenos del Espíritu Santo (Hch. 4:31). Fue para darles (lo que nadie puede negar que es esencial a los cristianos de todas las épocas) el sentir que hubo también en Cristo Jesús, esos santos frutos del Espíritu sin los cuales nadie puede llamarse parte de su pueblo; capacitándolos para crucificar la carne con sus pasiones y deseos; y como consecuencia de este cambio interior, cumplir toda santidad exterior, para andar como Cristo anduvo en la obra de la fe, el trabajo del amor y la constancia en la esperanza.

Es necesario transmitir la fe y la experiencia a la siguiente generación. Wesley da una advertencia para todos los que se consideran wesleyanos:No temo que las personas llamadas metodistas dejen de existir en Europa o en Estados Unidos. Pero temo que solo existan como una secta muerta, teniendo la forma de religión sin su poder. Y este será, sin duda, el caso, a no ser que se mantengan firmes, tanto en la doctrina, el espíritu y la disciplina con los que se establecieron desde el principio.[25]

[1] Justo González, ed., Obras de Wesley, Tomo V, 54.

[2] Thomas Jackson, ed., Works of John Wesley, Vol. 5, 3. “Preface.”

[3] Justo González, ed., Obras de Wesley, Tomo 10, 320. Notas al Nuevo Testamento II, 2 Timoteo 3:16.

[4] Thomas Jackson, ed., Works of John Wesley, Sermon 70, Vol. 6, 355-58.

[5] Ibíd., 354.

[6] Justo González, ed., Obras de Wesley, Tomo I, 210.

[7] Justo González, ed., Obras de Wesley, Tomo I, 189-208.

[8] Wikipedia (2011)

[9] Runyon, La nueva creación, 167-191; Runyon, “Orthopathy: Wesleyan Criteria for Religious Experience”, en Richard B. Steele, ed., “Heart Religion” in the Methodist Tradition and Relates Movements, vol. 12 (Lanham, Maryland: Scarecrow Press, 2001), 292.

[10] El término “ortopatía” es un neologismo acuñado por el doctor Runyon en una conferencia durante la Semana de Ministros en la Universidad de Emory: “Conversion-Yesterday, Today, and Tomorrow”, que impartió en 1984. Más adelante, el término fue desarrollado en su artículo: “A New Look at Experience”, que apareció en Drew Gateway (Otoño 1987): 44-45. Runyon, Nueva Creación, 288.

[11] Deuteronomio 6:5; Marcos 12:30.

[12] Sermón 7 “El camino del reino”, Vol. I, 133; Sermón 33 “Sobre el sermón de nuestro Señor en la montaña: Decimotercer discurso”. Vol. II, 287; Sermón 62 “El porqué de la venida de Cristo”. Vol. III, 383, en Justo González, ed., Obras de Wesley; Sermón 120 “On the Wedding Garment”, en Thomas Jackson, ed., The Works of John Wesley, Vol. VII, 311.

[13] Justo González, ed., Obras de Wesley. Vol. I, 135.

[14] Justo González, ed., Obras de Wesley, Tomo V, 287-288.

[15] Justo González, ed., Obras de Wesley, Vol. I, 201.

[16] Ibid., 210.

[17] Una persona entusiasta era entonces alguien que se creía poseída por Dios a tal punto de poder hablar en nombre de Dios, aun aparte de la comunidad, la Biblia, la tradición cristiana, o la razón. Tanto la iglesia como la sociedad temían ese tipo de supuesta inspiración privada, que no aceptaba freno de parte alguna, y que a fin de cuentas lo que hacía era darle al individuo rienda suelta para sus propias opiniones y en ocasiones para sus propias acciones en contra de la moral común.

[18] Justo González, ed., Obras de Wesley, Vol. VI, 6-7.

[19] Justo González, ed., Obras de Wesley, Vol. VI, 80.

[20] Justo González, ed., Obras de Wesley, Vol. VI, 124.

[21] Justo González, ed., Obras de Wesley, Tomo II, 363.

[22] Justo Gonzáles, ed., Obras de Wesley, Vol. II, 365-366.

[23] Ibíd., 373.

[24] Ibíd., 365.

[25] Thomas Jackson, ed., Works of John Wesley, Vol. 13, 258.


Decano: Rev. Heriberto Hernández J
Decano: Rev. Heriberto Hernández J.
Presbítero de la iglesia Metodista
Licenciado en Educación
Licenciado en Estudios Bíblicos
Master en Teología.
Doctor en Teología.


5 Comentarios

Enrique Leyva Figueredo

8 diciembre, 2019 at 8:04 pm

Muy buena esta reflexión. Me gustaría poder profundizar más al respecto. Dios le bendiga siempre

Emiliano Crisanto Tineo

6 junio, 2020 at 11:18 pm

Es una de las mejores sistematizaciones del cuadrilátero weseyano que he leído, tanto por el conocimiento de tema en Wesley, como por recoger los aportes significativos del desarrollo de la reflexión wesleyana. El artículo nos proporciona las herramientas para el quehacer pastoral y la formación de discípulos; pero también me inquieta mucho la necesidad de herramientas para la producción teológica: la explicación epistemológica del cuadrilatero wesleyano para el quehacer teológico desde América Latina.

Javier Felix

17 diciembre, 2020 at 1:53 am

Saludos no localice en el estudio que significa la tradicion ,quiza pueda ampliarlo

Carlos Solorzano

4 julio, 2021 at 2:48 am

Exelente aportacion para nuestros trabajos de investigación Dr Heriberto. Bendiciones.

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