Juan Wesley y su Experiencia del “Corazón Ardiente”
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Juan Wesley, fundador del movimiento metodista, tuvo un famoso momento del Espíritu Santo, que a menudo es llamado su “experiencia en Aldersgate”. En su diario de vida, Wesley registra lo que le ocurrió el 24 de mayo de 1738:
Por la tarde fui de mala gana a una sociedad en la calle Aldersgate. Durante la reunión alguien leyó el prefacio que Martín Lutero escribió a la Epístola a los Romanos. Como a las 8:45pm, mientras esa persona describía el cambio que Dios produce en el corazón a través de la fe en Cristo, sentí mi corazón extrañamente cálido. Sentí que confié en Cristo, en Cristo solo, para mi salvación. Se me dio la seguridad de que él había quitado mis pecados, incluso los míos, y que me había salvado de la ley del pecado y la muerte.
A partir de esa experiencia personal de fe, Wesley descubrió que no son las reglas y leyes, ni nuestros propios esfuerzos hacia la perfección, las que nos pueden dar seguridad de nuestra salvación; sino la fe en la misericordia de Dios manifestada en Cristo, la que nos permite entrar a una vida en santidad; es decir, a una vida en plenitud. Donde la paz, la alegría y el gozo son una realidad.
Wesley en su experiencia personal de vivir la fe verdadera supo combinar el entusiasmo con el juicio; el sentimiento con la inteligencia; el arrebato de la alegría con el dominio de la razón. Más aún, en su concepción de la evangelización no había una separación entre “evangelismo” y “obra social”. La evangelización era tanto personal como social. En verdad era una evangelización revolucionaria para su tiempo. El lema era: “El que ama a Dios, ame también a su hermano”, (1 Jn. 4, 21b). Lamentablemente muchas iglesias no estaban de acuerdo con este énfasis evangelístico de Wesley, le negaron sus púlpitos para predicar su emotivo mensaje de salvación a través de Jesucristo. Al ver esta actitud, Wesley decidió salir a las calles para predicar el mensaje de salvación, yendo en busca de las almas perdidas por el pecado; de los pobres; de aquellos que no tenían ninguna posibilidad de realizarse como personas y que no eran importantes para la iglesia de ese entonces. Felizmente, miles se convirtieron al Evangelio de Jesucristo y cambiaron sus vidas, transformando como consecuencia a toda una nación.
Por fin la búsqueda de la seguridad de su salvación había terminado y ahora Juan Wesley había experimentado el amor incondicional de Dios de una manera personal y real. Esta experiencia no sólo dio respuesta a sus luchas espirituales interiores y sus preguntas con respecto a la salvación, sino que también cambió el sentido de su vocación y el enfoque de su ministerio. Por lo tanto, es importante notar los elementos presentes en la experiencia de Wesley, puesto que estos elementos se convertirían en la esencia del movimiento metodista.
En primer lugar, es indiscutible que la experiencia de Juan Wesley es el clímax y la culminación de una serie de eventos que la precedieron. En los relatos que encontramos en su diario de fechas anteriores y aun en su relato de los acontecimientos del 24 de mayo, Wesley deja entrever que de alguna manera Dios lo estaba preparando para este momento. Por ejemplo, la lectura antifonal de ese día y luego más tarde las palabras de Lutero que fueron leídas en la pequeña capilla morava, ambos eventos fueron una preparación providencial que antecedieron y asistieron a Juan Wesley en su experiencia culminante.
El segundo elemento que se distingue en la experiencia del “corazón ardiente” de Juan Wesley es precisamente el marcado énfasis en los sentimientos y en la experiencia propia. Sin lugar a duda que Wesley había estudiado a Lutero, y quizás había leído con anterioridad la misma porción que escuchó aquella noche en Aldersgate, pero en esta ocasión esta lectura fue mucho más que un ejercicio de análisis teológico, más que una lectura para buscar respuestas o una forma para desarrollar una teología correcta. Esa noche Juan Wesley sintió y experimentó la realidad del perdón de Dios con una convicción personal.
En esta ocasión no fue sólo un ejercicio mental, ni una explicación teológica y elocuente del proceso y el camino de la salvación. En esta ocasión, Wesley finalmente experimentó, sintió dentro de su corazón, el significado de la salvación. Es decir, que esta experiencia fue la corroboración práctica y experimental de lo que él había estudiado acerca de la salvación de una manera teórica y teológica por muchos años. Como consecuencia de esto y como una prueba de la veracidad de esta experiencia, Wesley ciertamente reconoce el don del perdón de Dios en Cristo, pero a la vez obtiene la certeza y seguridad de su salvación. Ahora, después de esta experiencia, la prueba tangible de que sus pecados han sido perdonados es que Wesley siente en su corazón y ha experimentado esta salvación de una manera personal y por lo tanto ya no hay más dudas, no más angustia al enfrentar la muerte. Ahora Wesley sabe cuál es su destino final.
El tercer aspecto es la acción inmediata a la experiencia del “corazón ardiente”. Wesley oró por los que le habían ultrajado y perseguido. Es decir, de inmediato ofrece amor y perdón a aquellas personas que de alguna manera le habían causado daño. Esto es de primordial importancia porque, aunque es cierto que lo acontecido en la vida de Wesley en Aldersgate fue una experiencia personal y privada, su oración por sus “enemigos” nos muestra las implicaciones sociales y comunitarias de su “conversión”. Wesley entendió y reconoció que su experiencia personal y la respuesta a su jornada espiritual privada no podían permanecer sólo en su corazón, sino que debían de extenderse a las personas que le rodeaban, incluyendo a aquellos que le habían hecho o causado algún malestar. Por lo tanto, una expresión práctica de la seguridad de la salvación y del perdón de nuestros pecados es el deseo de buscar la reconciliación con aquellos que nos han hecho algún mal. Es decir, que una parte importante de la obra restauradora de Dios en la vida del creyente incluye también el aspecto social y comunitario de restaurar relaciones y vivir en armonía con la gente que nos rodea, especialmente aquellos que nos han causado algún mal.
Finalmente, el testimonio público de su experiencia personal no sólo corrobora lo anterior, sino que también enfatiza la importancia de la comunidad cristiana en el desarrollo de la fe y la responsabilidad de ésta con el nuevo creyente y viceversa. Al compartir con la comunidad cristiana de una manera pública y honesta lo acontecido en su corazón, Wesley se está haciendo responsable delante de ellos para mantener y conservar con integridad la convicción que adquirió esa noche. De la misma manera, la comunidad de creyentes, aunque no de manera explícita, al recibir este testimonio se hace responsable de ayudar y promover con sus palabras y acciones el crecimiento y bienestar de aquellos que también han experimentado y testificado de la aceptación del perdón divino. De manera implícita también se puede notar que las dudas con respecto a su salvación, las mismas que lo agobiaron toda su vida hasta antes de este momento, casi al instante vuelven a surgir. Sin embargo, ahora Wesley atribuye estas dudas a la obra del enemigo, Satanás, y afirma que, si bien es cierto que las emociones y sentimientos pueden variar, la veracidad y la confianza de esta experiencia son innegables, por lo tanto, nadie podrá hacerle dudar del perdón de sus pecados. Es interesante notar que Wesley desecha estos pensamientos de duda en el contexto de su testimonio público, lo cual puede indicarnos la importancia de la comunidad cristiana para ahuyentar las dudas y destruir la obra del enemigo. Así pues, Juan Wesley sintió su corazón ardiendo de una manera extraña. Su conversión fue personal y privada. Sin lugar a duda esta experiencia tuvo repercusiones en las relaciones interpersonales y sociales de él y de quienes le rodeaban.
Decano: Rev. Dioselvi Sánchez Reyes
Presbítero de la iglesia Metodista
Licenciado en Estudios Bíblicos
Cand. a Master en Teología.